1.- EL CAMBIO DE RUTA


1.1-REFLEXIÓN DE ESTA PARTE DEL PASAJE EN NUESTRA VIDA.
Cuando llegaron al sitio, los discípulos le invitan al
forastero a quedarse con ellos. Es la virtud de la hospitalidad que nace de la
compasión. Le hacen una invitación al Señor que se debe convertir en nuestra
oración más urgente por los tiempos que vivimos: “El día ya se acaba, la
tarde está cayendo, quédate con nosotros”(Lc 24,29). Y esto hará posible
que le reconozcan al partir el pan, que era el único rito que Jesús hacía:
partir y compartir.
La caridad devuelve lo que el desánimo nos había hecho
perder. Cuando damos, a pesar de no sentirnos tan bien de ánimos, recuperamos
lo que habíamos perdido y más todavía.
Si has perdido la paz, búscala para otros y la encontrarás.
Si has perdido la sonrisa, bríndala a otro y la encontrarás. Si has perdido la
seguridad, búscala para otros y la encontrarás. A nuestro alrededor hay muchos
que caminan como los discípulos de Emaús, descontentos, pesimistas y abatidos.
Es el camino más frecuentado en nuestros días.
Hay quienes, como esos dos, han abandonado silenciosamente
la comunidad de Jerusalén (en nuestro caso, la Iglesia), porque en vez de
brindarles seguridad y alegría, les hemos provocado tristeza y amargura,
escándalo y decepción. Y lo peor de todo: ni nos hemos dado cuenta que se han
ido y en algunos casos, ni siquiera nos importa, a diferencia de los fieles de
las comunidades evangélicas, a quienes hay que reconocerles su preocupación por
el hermano(a) que deja de asistir.
La prueba fiel de que hemos comprendido el mensaje, de que
hemos encontrado al Señor (o más bien, Él nos ha encontrado a nosotros), es que
estamos dispuestos a recorrer el camino de regreso, como los discípulos de
Emaús. No tanto los 11 kms., sino cualquier esfuerzo que implique compartir con
otros el gozo de la fe.
Todo es posible para el que cree. Jesucristo es capaz de
devolver a esas frustraciones, desilusiones y decepciones, lo que algún día
fueron: esperanzas.
Los cristianos hemos de recordar más a Jesús: citar sus
palabras, comentar su estilo de vida, ahondar en su proyecto. Hemos de
abrir más los ojos de nuestra fe y descubrirlo lleno de vida
en nuestras eucaristías.
Nadie ha de estar más feliz por esta presencia, Jesús camina junto a nosotros.
en nuestras eucaristías.
Nadie ha de estar más feliz por esta presencia, Jesús camina junto a nosotros.
1.2-REFLEXIÓN DE ESTE PASAJE EN NUESTRAS VIDAS
“Los setenta y dos regresaron llenos de alegría. Jesús les
dijo: Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado
estas cosas a los sabios y prudentes y se las has dado a conocer a los
sencillos. Si, Padre, así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi
Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, y quién es el Padre, sino
el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quera revelar. Dirigiéndose después a los
discípulos, les dijo en privado: Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven.
Porque les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y
no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen, pero no lo oyeron” (Lc 10, 21-24).
Esto aparece como un resumen de toda la misión post pascual
de los discípulos. Jesús da a conocer a la comunidad quién es Dios, cuál es su misterio
que se hace palpable en el camino (regresaron). Se ha ocultado estas
revelaciones a los sabios, representados por los fariseos y principales de
Jerusalén, quienes rechazaron a la persona del Hijo de Dios. Por el contrario,
ha sido revelado todo a los sencillos, representados en Cleofás y el otro
discípulo, quienes encarnan a toda la comunidad. Junto con ello, vemos el
acontecimiento escatológico de la comprensión (los ojos que ven, lo que
escuchan ustedes). Los profetas y reyes representan a los personajes de la
primera alianza y del tiempo de las promesas, quienes no vieron el
acontecimiento de Jesús y del Reino. Será la comunidad de los sencillos y de
los humildes, tiempo de Jesús como centro de la historia y la Iglesia, como
continuadora de la misión hasta la Parusía.
1.3-NUESTRA MISIÓN BASADO EN ESTE PASAJE
Cada día en la eucaristía estamos invitados –es un
privilegio- a recorrer este itinerario: la misa siempre tiene dos tiempos.
Tenemos la liturgia de la palabra y la liturgia de la ofrenda: la una no está
sin la otra, porque el pan eucarístico es un pan para la fe, para el amor, por
eso tiene una relación estrecha con la Palabra de Dios. Todas las palabras de
la Biblia adquieren su sentido definitivo gracias al misterio eucarístico y,
por otra parte, sirven a este misterio, iluminan sus distintos aspectos. En la
misa tenemos que vivir estos dos momentos: acoger el pan de la palabra,
asimilarlo, ponerlo en relación directa con nuestra vida y acoger a Cristo, el
pan vivo, Cristo resucitado.
La Misa, de hecho, es la presencia de Cristo resucitado, pan
vivo y vivificante, pan que revela el sentido de la pasión y la realidad de la
resurrección.
Los discípulos, una vez que han reconocido a Cristo
resucitado en el gesto de partir el pan, se levantan. Ya están transformados.
Ahora recorren el camino inverso: regresan a Jerusalén, al lugar de la pasión y
vuelven a la comunidad de los discípulos para vivir en comunión de fe: “En
aquel mismo instante se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén, donde
encontraron reunidos a los once y a todos los demás, que les dijeron: “Es
verdad, el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón”. Y ellos contaban lo
que les había ocurrido cuando iban de camino y cómo lo habían reconocido al
partir el pan”. Es la comunión de fe la que lleva a la comunión de amor en una
vida cristiana fraternal.
2.- MAPA CONCEPTUAL
BIBLIOGRAFÍA
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