sábado, 26 de julio de 2014

EL CAMBIO DE RUTA


1.- EL CAMBIO DE RUTA




1.1-REFLEXIÓN DE ESTA PARTE DEL PASAJE EN NUESTRA VIDA.
Cuando llegaron al sitio, los discípulos le invitan al forastero a quedarse con ellos. Es la virtud de la hospitalidad que nace de la compasión. Le hacen una invitación al Señor que se debe convertir en nuestra oración más urgente por los tiempos que vivimos: “El día ya se acaba, la tarde está cayendo, quédate con nosotros”(Lc 24,29). Y esto hará posible que le reconozcan al partir el pan, que era el único rito que Jesús hacía: partir y compartir.
La caridad devuelve lo que el desánimo nos había hecho perder. Cuando damos, a pesar de no sentirnos tan bien de ánimos, recuperamos lo que habíamos perdido y más todavía.
Si has perdido la paz, búscala para otros y la encontrarás. Si has perdido la sonrisa, bríndala a otro y la encontrarás. Si has perdido la seguridad, búscala para otros y la encontrarás. A nuestro alrededor hay muchos que caminan como los discípulos de Emaús, descontentos, pesimistas y abatidos. Es el camino más frecuentado en nuestros días.
Hay quienes, como esos dos, han abandonado silenciosamente la comunidad de Jerusalén (en nuestro caso, la Iglesia), porque en vez de brindarles seguridad y alegría, les hemos provocado tristeza y amargura, escándalo y decepción. Y lo peor de todo: ni nos hemos dado cuenta que se han ido y en algunos casos, ni siquiera nos importa, a diferencia de los fieles de las comunidades evangélicas, a quienes hay que reconocerles su preocupación por el hermano(a) que deja de asistir.
La prueba fiel de que hemos comprendido el mensaje, de que hemos encontrado al Señor (o más bien, Él nos ha encontrado a nosotros), es que estamos dispuestos a recorrer el camino de regreso, como los discípulos de Emaús. No tanto los 11 kms., sino cualquier esfuerzo que implique compartir con otros el gozo de la fe.
Todo es posible para el que cree. Jesucristo es capaz de devolver a esas frustraciones, desilusiones y decepciones, lo que algún día fueron: esperanzas.
Los cristianos hemos de recordar más a Jesús: citar sus palabras, comentar su estilo de vida, ahondar en su proyecto.  Hemos de abrir más los ojos de nuestra fe y descubrirlo lleno de vida
en nuestras eucaristías.
Nadie ha de estar más feliz por esta presencia, Jesús camina junto a nosotros.

1.2-REFLEXIÓN DE ESTE PASAJE EN NUESTRAS VIDAS
“Los setenta y dos regresaron llenos de alegría. Jesús les dijo: Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y se las has dado a conocer a los sencillos. Si, Padre, así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, y quién es el Padre, sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quera revelar. Dirigiéndose después a los discípulos, les dijo en privado: Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven. Porque les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen, pero no lo oyeron” (Lc 10, 21-24).
Esto aparece como un resumen de toda la misión post pascual de los discípulos. Jesús da a conocer a la comunidad quién es Dios, cuál es su misterio que se hace palpable en el camino (regresaron). Se ha ocultado estas revelaciones a los sabios, representados por los fariseos y principales de Jerusalén, quienes rechazaron a la persona del Hijo de Dios. Por el contrario, ha sido revelado todo a los sencillos, representados en Cleofás y el otro discípulo, quienes encarnan a toda la comunidad. Junto con ello, vemos el acontecimiento escatológico de la comprensión (los ojos que ven, lo que escuchan ustedes). Los profetas y reyes representan a los personajes de la primera alianza y del tiempo de las promesas, quienes no vieron el acontecimiento de Jesús y del Reino. Será la comunidad de los sencillos y de los humildes, tiempo de Jesús como centro de la historia y la Iglesia, como continuadora de la misión hasta la Parusía.


1.3-NUESTRA MISIÓN BASADO EN ESTE PASAJE
Cada día en la eucaristía estamos invitados –es un privilegio- a recorrer este itinerario: la misa siempre tiene dos tiempos. Tenemos la liturgia de la palabra y la liturgia de la ofrenda: la una no está sin la otra, porque el pan eucarístico es un pan para la fe, para el amor, por eso tiene una relación estrecha con la Palabra de Dios. Todas las palabras de la Biblia adquieren su sentido definitivo gracias al misterio eucarístico y, por otra parte, sirven a este misterio, iluminan sus distintos aspectos. En la misa tenemos que vivir estos dos momentos: acoger el pan de la palabra, asimilarlo, ponerlo en relación directa con nuestra vida y acoger a Cristo, el pan vivo, Cristo resucitado.
La Misa, de hecho, es la presencia de Cristo resucitado, pan vivo y vivificante, pan que revela el sentido de la pasión y la realidad de la resurrección.
Los discípulos, una vez que han reconocido a Cristo resucitado en el gesto de partir el pan, se levantan. Ya están transformados. Ahora recorren el camino inverso: regresan a Jerusalén, al lugar de la pasión y vuelven a la comunidad de los discípulos para vivir en comunión de fe: “En aquel mismo instante se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once y a todos los demás, que les dijeron: “Es verdad, el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón”. Y ellos contaban lo que les había ocurrido cuando iban de camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan”. Es la comunión de fe la que lleva a la comunión de amor en una vida cristiana fraternal.


2.- MAPA CONCEPTUAL


                               

                             BIBLIOGRAFÍA













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